Mito 2: Los fabricantes agregan puertas traseras a sus productos con fines ilícitos
Este mito es fácil de contrarrestar, básicamente porque estos "fines ilícitos" (como el espionaje) simplemente no son posibles. Cuando los dispositivos de seguridad, como las cámaras, se instalan en las redes de los clientes, están efectivamente "cercados" en términos de seguridad, se colocan principalmente en una red independiente y, a menudo, están protegidos por firewalls y otros dispositivos de seguridad. Incluso si el usuario final decidiese almacenar los datos de estos dispositivos en una nube, los proveedores de la nube tienen acuerdos de licencia de servicio (SLA) de seguridad que mantienen los datos privados, lo que garantiza que las empresas externas, como los fabricantes de dispositivos, no puedan acceder a los datos.
La razón más importante para desmontar este mito es el hecho de que los usuarios finales que compran estas cámaras son responsables de las secuencias de datos y vídeo que producen. En otras palabras, son los custodios de los datos que procesan los datos y tienen el control de las imágenes de vídeo, que deben mantenerse privadas por ley (según el RGPD). El acceso secreto a las imágenes de vídeo en estos dispositivos es imposible sin el consentimiento del usuario final.
Entonces, teniendo en cuenta que incluso los dispositivos con puertas traseras no se pueden usar para espiar a empresas, individuos o naciones, el mito se desmorona instantáneamente. Es evidente, de hecho, que las funciones de seguridad integradas en los dispositivos, las redes y los centros de datos, combinadas con las responsabilidades de protección de datos de los usuarios finales, hacen que el espionaje y otros usos indebidos de las puertas traseras sean literalmente imposibles.