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Tecnología para mejorar el tráfico: de sueño a necesidad

 

 

 

 

Cada vez hay más gente viviendo en las ciudades, gente que necesita desplazarse para ir a trabajar, para atender asuntos personales, para salir a divertirse. Cada vez son más vehículos los que circulan y más desplazamientos los que se realizan, y las infraestructuras de las que disponemos —calles, carreteras, autovías— son prácticamente las mismas. En realidad, también esas infraestructuras van mejorando, pero no al mismo ritmo que crece su utilización, y eso supone un reto enorme para los municipios y ciudades, que deben resolver problemas de movilidad, pero también de seguridad y de sostenibilidad.

 

 

 

La movilidad, efectivamente, se ha convertido en una de las principales preocupaciones de las ciudades: las carreteras y calles no dan abasto para tantos vehículos, se producen atascos, la gente pierde tiempo —y, por tanto, es menos productiva, cuando estamos al volante no rendimos profesionalmente—, un atasco de circulación también afecta al humor de las personas, que es salud, y además, esta situación tiene efectos nocivos para el medioambiente, son miles de tubos de escape emitiendo gases contaminantes a la atmósfera. La movilidad, en realidad, nos afecta a todos: a peatones, a usuarios del transporte público, a quienes conducen sus vehículos particulares y, en general, a toda la población de las ciudades. Movilidad y calidad de vida son conceptos íntimamente relacionados.

 

 

 

La tecnología se está convirtiendo en la gran solución. Cada vez son más las ciudades que apuestan por contar con soluciones tecnológicas que ayuden a que el tráfico fluya mejor, a eliminar los atascos, a que la gente pierda menos tiempo, a reducir la contaminación y, en definitiva, a mejorar la calidad de vida de las personas. Hablamos de soluciones de vídeo inteligente, que están capacitadas no sólo para ofrecer imágenes de puntos concretos, sino para interpretar esas imágenes, detectar eventos, poner en marcha respuestas en tiempo real, recoger datos, realizar análisis y aportar información crítica para que las autoridades tomen las mejores decisiones.

 

 

 

¿En qué consiste una solución de vídeo inteligente? Lógicamente, está basada en la instalación de cámaras en puntos clave, generalmente en las entradas y salidas de una localidad, y también en puntos en los que habitualmente se producen retenciones. La primera función de esas cámaras, la más evidente, es proporcionar imágenes de esos puntos, que se suelen controlar desde un centro de pantallas de la policía local. Eso supone un ahorro de recursos muy importante: una única persona, ubicada en un punto concreto, puede comprobar la situación del tráfico en todo el municipio, ya no es necesario vigilar a través de rondas de coches de policía, que circulan de un lugar a otro para realizar vigilancia presencial, con el consiguiente gasto de recursos y de tiempo. Este sistema es mucho más eficaz: cuando se produce una incidencia, se envía al lugar una patrulla de forma precisa y justo en el momento en el que se necesita.

 

 

 

Sin embargo, el gran elemento diferencial es la inteligencia que este sistema lleva en su interior. Una cámara tradicional se limita a captar imágenes, pero si está respaldada por inteligencia artificial y tecnología deep learning, se convierte en un sistema que aporta una información valiosísima con la que tomar decisiones para mejorar las condiciones del tráfico.

 

 

 

La utilización de cámaras con reconocimiento de matrículas (LPR) permite al sistema identificar a los vehículos con una precisión altísima, por encima del 95%, incluso en condiciones de poca luz o de mal tiempo. Estas cámaras van registrando todos los movimientos de vehículos —cuántos pasan, a qué horas, por qué zonas, de qué tipo son…— y van enviando esa información, que queda recogida en un sistema central de gestión de información.

 

 

 

Con criterios de big data, podemos analizar lo que nos cuentan las cámaras. Y eso ofrece unos beneficios inmediatos y otros a medio plazo. Los inmediatos consisten en que conocemos la situación del tráfico en tiempo real, y nos permite informar a los conductores del tiempo que tardarán en llegar a determinados lugares, advertirles de incidentes y atascos, enviar una patrulla de policía para resolver esas incidencias, ofrecer rutas alternativas… Y los beneficios a medio plazo son los derivados de la información analítica que nos proporciona el sistema: si tenemos datos sobre número de vehículos que acceden a una ciudad, por qué puntos, en qué momentos del día, etcétera, podremos tomar decisiones relacionadas con la regulación del tráfico, como la duración de las luces de los semáforos, la habilitación de carriles reversibles a determinadas horas o el envío de agentes de tráfico a puntos en los que sepamos que se va a producir un embotellamiento. Y eso agiliza el tráfico en las zonas y momentos que más falta hace.

 

 

 

Además de la mejora de la movilidad, otro beneficio de los sistemas de control de tráfico es que contribuyen a una mayor seguridad. Estas cámaras también pueden detectar maniobras ilegales, como giros prohibidos, marcha en dirección contraria o aparcamientos no permitidos, que en un momento determinado entorpecen el tráfico. El sistema emite un aviso inmediato y se puede actuar para eliminar la causa de una posible retención.

 

 

 

E incluso pueden detectar la presencia de un vehículo concreto que pueda estar siendo buscado por la policía —un coche robado, un fugitivo, un vehículo que tenga prohibido el acceso a determinadas zonas…—: en cuanto la cámara capta la matrícula del vehículo que está siendo buscado, emite una alerta inmediata que llega a un ordenador, a una tablet o incluso al teléfono móvil de los agentes, que pueden reaccionar de inmediato.

 

 

 

La tecnología de control de tráfico está evolucionando a una velocidad de vértigo. Cada vez ofrece más funcionalidades y beneficios a las ciudades. Se trata, además, de sistemas sorprendentemente sencillos de utilizar, porque las herramientas son muy intuitivas, que ofrecen información muy valiosa y capaz de generar mejoras muy evidentes en las condiciones del tráfico de forma inmediata, los beneficios se producen desde el momento en que el sistema entra en funcionamiento.

 

 

 

A veces, cuando escuchamos hablar del concepto de SmartCities, pensamos en algo complejo y que, además, pertenece al futuro. Nada más lejos de la realidad: las SmartCities ya han llegado, son algo del presente, y además es necesario que lo asumamos como algo imprescindible. No nos podemos permitir el lujo de vivir en ciudades hostiles y ruidosas, en las que cada día permanezcamos atrapados en nuestros vehículos durante horas. Y no es en absoluto sostenible la emisión de CO2 y de gases contaminantes sin ningún tipo de control. Por una cuestión básica de respeto medioambiental y de sostenibilidad, debemos trabajar por mejorar las condiciones del tráfico y sus consecuencias sobre la calidad de vida de las personas.

 

 

 

Hay otra buena noticia: estas soluciones de control de tráfico no están pensadas sólo para grandes ciudades. Se dimensionan con facilidad para cualquier tamaño de localidad, desde una gran urbe hasta un pequeño pueblo que cuenta únicamente con dos zonas de entrada y salida de vehículos. Una gran ciudad necesitará más cantidad de cámaras y generará información más compleja sobre zonas de acceso, horas punta del tráfico, etcétera. Por el contrario, un pueblo muy pequeño quizá sólo necesite dos cámaras, instaladas en la entrada y la salida. La base tecnológica es la misma, la información que ofrece también, sólo cambia la dimensión del desarrollo.

 

 

 

Estos sistemas de control de tráfico están evolucionando a pasos agigantados y encuentran soluciones para cualquier casuística: puntos de instalación, conectividad, alimentación... Además, las instalaciones se pueden ampliar con facilidad, por ejemplo, en localidades que están creciendo, donde se están construyendo nuevos barrios. La escalabilidad de estos proyectos es otra gran ventaja: muchas ciudades comenzaron instalando un sistema en modo piloto, y procedieron a ampliarlo poco después. Al final, se trata de poner las cosas fáciles: estos sistemas son fáciles de instalar y muy intuitivos a la hora de manejarlos; resultan económicos; son instalaciones flexibles y escalables; y los beneficios que reportan son inmediatos, desde el minuto uno. No se puede pedir más.

 

 

 

Los sistemas de control de tráfico a través de vídeo inteligente, que hasta hace poco parecían ciencia-ficción, son soluciones cada vez más necesarias. Generan beneficios inmediatos en términos de movilidad, seguridad y sostenibilidad. Y están al alcance de cualquier municipio, independientemente de su tamaño. Su instalación resulta más sencilla y económica de lo que en principio pueda parecer. Y como genera importantísimos ahorros de recursos y costes, muchas de las localidades que han empezado a incorporar esta tecnología reconocen que ha sido una de las soluciones más rentables que han instalado.

 

 

 

En definitiva, la aplicación de la tecnología contribuye a crear un mundo más amable, un entorno con mayor calidad de vida para las personas. Porque posiblemente ésa es la finalidad última de lo que hacemos las compañías tecnológicas: ayudar a la gente a vivir mejor.

 

 

 

 

David Sardinha, Business Development Manager en Hikvision

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